El grado de deshumanización de Cristo
(Salmo 22:6)
"Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo."
El Salmo 22 nos permite asomarnos a los sufrimientos profundos y a la humillación extrema que Cristo soportó para salvarnos. El salmista utiliza un lenguaje impactante para expresar la deshumanización que sufrió el Hijo de Dios. Al describirse como un gusano, nos muestra la degradación a la que fue sometido: no sólo fue tratado como inferior, sino como algo aborrecible y sin valor.
1. Cristo, el Creador humillado
El contraste entre la gloria eterna del Hijo de Dios y la ignominia de la cruz es abrumador. El Creador del universo se sometió voluntariamente a una humillación indescriptible para salvar a una humanidad ingrata y pecadora.
El apóstol Pablo expresa este mismo pensamiento en Filipenses 2:5-8, donde describe cómo Cristo "se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo" y "se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz". La muerte de cruz no sólo era extremadamente dolorosa, sino también profundamente humillante, reservada para los peores criminales.
2. La humanidad redimida a través del sufrimiento
El profeta Isaías también enfatiza esta humillación al afirmar:
"Como se asombraron de ti muchos, de tal manera fue desfigurado de los hombres su parecer, y su hermosura más que la de los hijos de los hombres" (Is 52:14).
La imagen presentada es desoladora: el Hijo de Dios despojado de toda dignidad humana, desfigurado y tratado como un ser despreciable. Sin embargo, es a través de esta humillación que Cristo nos reconcilia con Dios.
Cristo despreciado por aquellos a quienes vino a salvar
(Salmo 22:6-8)
"Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo: Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía."
1. La burla y el rechazo del pueblo
Cristo no sólo sufrió físicamente, sino que también soportó el desprecio y las burlas de aquellos a quienes vino a salvar. Los líderes religiosos, las multitudes y los soldados se unieron en un espectáculo de odio hacia Él. Se burlaron de su confianza en Dios, retándole a demostrar que el Padre estaba con él.
La paradoja de la cruz es evidente: mientras Cristo ofrecía su vida para reconciliar a los hombres con Dios, ellos se burlaban y menospreciaban su sacrificio.
2. El desafío al amor del Padre
Las palabras de burla: "Se encomendó a Jehová; líbrele él" reflejan una tentación similar a la que Cristo enfrentó en el desierto (Mt 4:3-7), donde Satanás lo retó a probar su filiación divina. Este desafío no sólo se dirigía a Cristo, sino también al Padre, cuestionando su amor y fidelidad hacia su Hijo.
3. La cruz revela la maldad del corazón humano
La cruz expone la verdadera naturaleza del pecado humano: un rechazo deliberado de Dios. Como Pedro declaró:
"Negasteis al Santo y al Justo... y matasteis al Autor de la vida" (Hch 3:14-15).
El odio hacia Cristo, quien no había hecho mal alguno, revela la profundidad de nuestra corrupción. La perfección de Cristo expuso nuestras imperfecciones, y en lugar de arrepentirnos, buscamos silenciarlo.
El amor inquebrantable de Cristo
(Salmo 22:9-11)
"Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios."
1. La confianza desde el inicio de su vida
A pesar del abandono y el sufrimiento, Cristo nunca dejó de confiar en el Padre. Recordó cómo desde su concepción y nacimiento había experimentado la fidelidad de Dios. Su vida entera estuvo marcada por una dependencia total en el Padre.
Este pasaje también apunta al nacimiento virginal de Cristo. Desde el vientre de María, Cristo fue apartado para una misión única y redentora. Aun en su humanidad, dependía completamente de Dios.
2. La oración en medio de la angustia
A pesar de sentirse desamparado, Cristo continuó clamando al Padre:
"No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude" (Sal 22:11).
Este clamor nos muestra que, incluso en los momentos más oscuros, Cristo mantuvo una relación inquebrantable con el Padre. Su confianza nos da un ejemplo de cómo podemos depender de Dios en nuestras propias pruebas.
Lecciones de la humillación de Cristo
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La magnitud de su amor: Cristo soportó el desprecio, la humillación y el sufrimiento por amor a nosotros. Este sacrificio nos recuerda cuánto valemos para Dios.
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El poder del perdón: A pesar de las burlas y el odio que recibió, Cristo no respondió con venganza, sino con amor y perdón: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen" (Lc 23:34).
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El ejemplo de confianza: En medio de la mayor angustia, Cristo nos enseña a confiar en Dios, recordando su fidelidad pasada y su carácter inmutable.
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La redención a través del sufrimiento: Cristo transformó el sufrimiento y la humillación en victoria. En Él, encontramos perdón, reconciliación y esperanza.
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