Premiado con el Konex de Brillante y Platino.
Juan Ignacio Pereyra
Antes de ingresar a la universidad, Juan Martín Maldacena (Buenos Aires, 1968) no sabía si le interesaba más la ingeniería, la matemática o la física. Así que mucho menos se imaginaba lo que vendría después: contribuiría a la unificación de la física, un desafío que ni Albert Einstein pudo lograr. El destacado investigador postuló una forma para comprender el comienzo del universo con la aún no comprobada "Conjetura Maldacena", en la que concilia las teorías de la Relatividad General y la Cuántica.
Por su aporte recibió, entre otros, el Premio en Física Fundamental de Yuri Milner en el 2012 y el pasado martes el Konex de Brillante y de Platino, al ser distinguido entre los científicos argentinos más sobresalientes de la última década.
"No esperaba el premio, que es además un reconocimiento a la ciencia en la Argentina, donde la ciencia es parte de la cultura y no solo una herramienta para ayudar a la tecnología. Es también una cosa cultural para entender mejor dónde estamos en el universo", contó el físico en una entrevista a "Río Negro" en la Academia Nacional de Medicina en Buenos Aires, en la que también fue galardonado el reginense Miguel San Martín.
Maldacena se enteró del premio por un llamado telefónico del presidente de la Fundación Konex, Luis Ovsejevich, el mismo que unos meses antes le había informado que había sido elegido uno de los 100 científicos destacados entre 2003 y 2012. La noticia lo encontró en su oficina en Nueva York, trabajando: "sigo tratando de entender los aspectos cuánticos de los agujeros negros, cómo compatibilizar los agujeros negros con la mecánica cuántica. En particular cómo describir el interior de los agujeros negros".
–¿Podría explicar el valor científico de esto?
–El interior de un agujero negro es bastante... es como un universo que colapsa, es lo opuesto al Big Bang. Es lo que podríamos llamar un Big Crunch, una gran implosión. Las ecuaciones de la relatividad de Einsten dejan de ser válidas ahí adentro. Entonces hay que reemplazarlas por estas que incluyen los efectos cuánticos. Si uno entendiera bien cómo funciona eso para el agujero negro, tal vez lo podría traducir para el Big Bang.
Maldacena se fue a Estados Unidos hace 22 años a hacer un doctorado, tras terminar su carrera en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y la licenciatura en el Instituto Balseiro de Bariloche. Cuando se subió al avión no tenía definido instalarse allá. El físico está casado y tiene tres hijos: "son chiquitos, están estudiando en la escuela. Todavía no decidieron si van a estudiar física o matemática", se ríe.
Aunque no tiene pensado regresar al país como hizo una camada de científicos en la última década, se alegra por la realidad actual: "hubo un gran crecimiento en cuanto a los fondos de investigación en la parte pública. En general, los que trabajan en mi área están contentos con la situación y las oportunidades para investigar. Creo que hay una mejora real".
–¿Cómo era la situación de la ciencia en Argentina en aquel entonces?
–Solo la veía desde mi área específica, es lo que puedo describir. Tuve un director de tesis de licenciatura que ya trabaja en temas que yo ahora estoy trabajando; él había estado en el exterior y era el único en esta área. Había un grupo reducido que trabajaba en estos temas, ahora hay mucha más gente. Estaba la posibilidad de hacer el doctorado en Buenos Aires o Bariloche, pero también me postulé para las becas de doctorado en el exterior.
–¿Podría trazar una comparación entre el nivel académico de Estados Unidos y el Balseiro?
– El Balseiro es un lugar excelente para aprender, para hacer investigaciones. Tal vez no lo podemos comparar con los mejores pero sí con los buenos lugares en otros lados. También depende mucho de cuánto aprovecha cada uno las oportunidades que tiene.
–¿En qué se nota la diferencia?
–El acceso a una cantidad más grande de investigadores, el hecho de que por ahí pase mucha gente que da clases, charlas, seminarios... El contacto con el resto es más grande. Acá, en Argentina, estamos lejos, en uno de los extremos del mundo y es difícil llegar acá, lleva mucho tiempo comparado con ir dentro de Estados Unidos, o de Estados Unidos a Europa. O sea, allá es mucho más grande la densidad de centros de investigación.
–¿Sigue en contacto con el Balseiro y con los investigadores argentinos?
–Sí, siempre sigo en contacto. Suelo ir, sigo en contacto con la gente de la UBA, donde el año pasado estuve tres meses dando cursos. Hay gente que trabaja en cosas bastantes similares y cuando voy doy charlas. Ahora, por ejemplo, en enero próximo hay dos profesores del Balseiro, Horacio Casini y Marina Huerta, que van a ir a hacer una estadía por seis meses en el Instituto de Estudios Avanzados en Princeton. Hay otros estudiantes que también van a hacer sus postdoctorados, gente de La Plata que fue de visita por un tiempo.
–¿Qué recuerdo tiene de su paso por el Balseiro?
– El del entusiasmo que tenían los profesores por la investigación, por enseñar y por desarrollar la física en la Argentina. Hay una gran diferencia en los recursos pero lo hacían con un entusiasmo que lo transmitían a los estudiantes, nos exigían y nos decían que si tratábamos íbamos a llegar a hacer descubrimientos. Era algo que no decían explícitamente sino con su ejemplo, porque ellos hacían investigaciones y tuvieron resultados.
–¿Por qué se dedicó a la física?
–Mi papá era ingeniero y sabía de qué se trataba, pero la física no. Al menos si no me gustaba la física podría cambiarme a ingeniera y sabía un poco más de qué se trataba. Lo más interesante es poder explicar la naturaleza y fenómenos que parecen distintos pero que tienen la misma causa, están relacionados. La historia del universo. Toda la relación entre fenómenos. El hecho de que la materia que nos compone antes estuvo en una estrella y esa estrella explotó, esos elementos se sintetizaron a partir de hidrógeno dentro de estrellas... cosas así.
–¿Qué otras cosas le interesan o lo entusiasman?
– El hecho de que el universo no sea homogéneo y en el pasado era mucho más homogéneo de lo que es ahora. Ahora la densidad de materia en la tierra es mucho más grande que en el espacio interestelar. Había pequeñas inhomogeneidades que fueron creciendo debido a la atracción gravitatoria donde había un poquito más de materia, fue colapsando y produciendo estrellas, planetas, galaxias y se fue formando la estructura del universo tal como la vemos ahora. O sea, el universo en el pasado era muy sencillo, no tenía para nada la complejidad que tiene ahora. Se podía describir con cinco parámetros y ahora para describir cualquier otra cosas necesitamos mucha más información.
–¿Cree en Dios?
– Sí, creo en Dios, un Dios benévolo.
–¿No son mundos incompatibles?
– Es distinto, ¿no? Una cosa es una creencia religiosa y otra la ciencia, que es algo en lo que uno va ahí, hace el experimento y ve si es cierto o no. Pero bueno, responde a preguntas más limitadas, ¿no? Y tiene la gran ventaja de poder comprobar si es cierto o no. En la religión muchas cosas no se pueden comprobar pero tiene una gran posibilidad de inspirar y un valor cultural importante. (Agencia Buenos Aires)