El Salmo 22 nos introduce en un terreno profundamente solemne y conmovedor: la experiencia del desamparo que Cristo sufrió en la cruz. Este pasaje profético, escrito por David bajo inspiración divina mil años antes del Calvario, es un testimonio impactante de la realidad del sufrimiento redentor del Mesías. Junto con Isaías 53, constituye una de las revelaciones más claras y detalladas de la pasión de Cristo en el Antiguo Testamento.
Aunque escrito desde la perspectiva personal de David, los eventos descritos sobrepasan cualquier experiencia en su vida. Este salmo nos permite asomarnos a los sufrimientos de Cristo desde su propia perspectiva, revelando su agonía física, emocional y, sobre todo, espiritual.
La ruptura de la comunión con el Padre
El clamor desgarrador de Cristo
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?"
"¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?"
"Dios mío, clamo de día, y no respondes; y de noche, y no hay para mí reposo" (Sal 22:1-2).
Estas palabras, repetidas por Cristo en la cruz (Mt 27:46; Mr 15:34), resuenan como el eco del sufrimiento más profundo: el abandono por parte de Dios. En ellas encontramos el momento culminante del dolor de Jesús en el Calvario. La ruptura de la comunión eterna entre el Padre y el Hijo fue, sin duda, el mayor sufrimiento que Cristo enfrentó.
1. La separación espiritual: el mayor dolor de la cruz
Para Cristo, quien había disfrutado una comunión perfecta con el Padre desde la eternidad (Jn 1:1; Jn 17:5), esta separación fue insoportable. Este grito no es de incredulidad ni de reproche, sino la expresión sincera de una profunda angustia espiritual.
Nos cuesta comprender la magnitud de este sufrimiento porque muchas veces tratamos nuestra comunión con Dios con ligereza. En cambio, para Cristo, la relación con el Padre era su mayor deleite y el centro de su vida. Incluso en su humanidad, dependía completamente del Padre (Jn 5:30; Jn 8:29).
- La comunión interrumpida: La separación entre el Padre y el Hijo en la cruz fue única en la historia de la redención. Representa el castigo que nosotros, como pecadores, merecíamos por nuestra rebelión contra Dios (Is 59:2). Cristo sufrió este desamparo en nuestro lugar.
2. Dios entiende el sufrimiento humano
El Salmo 22 nos muestra que Dios no es ajeno al dolor humano. En Cristo, Dios mismo experimentó el abandono, la agonía y el sufrimiento de la cruz.
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La identificación de Dios con el sufrimiento: Como señala Pablo, "Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo" (2 Co 5:19). Este acto de amor demuestra que Dios no es indiferente a nuestro sufrimiento. Él no solo lo comprende, sino que lo vivió en carne propia.
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Un Dios que sufre con su pueblo: A lo largo de las Escrituras, vemos cómo Dios se identifica con el dolor humano. En Egipto, Dios escuchó los gemidos de Israel (Ex 2:24) y se angustiaba con ellos (Is 63:9). Incluso en la persecución de la iglesia, Cristo se solidarizó con su pueblo (Hch 9:4).
En un mundo lleno de dolor, la cruz nos asegura que adoramos a un Dios que no solo entiende el sufrimiento, sino que ha compartido nuestra carga.
3. El sufrimiento de Cristo: consuelo para nosotros
El sufrimiento de Cristo en la cruz es una fuente inagotable de consuelo para quienes enfrentamos el dolor. Él sufrió para redimirnos, pero también para darnos un ejemplo de confianza y perseverancia.
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El ejemplo de Jesús: Aun en medio de su sufrimiento extremo, Cristo mantuvo su fe y amor por el Padre. Este modelo nos inspira a confiar en Dios incluso cuando no entendemos su propósito en medio de nuestras pruebas.
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Un Salvador que entiende nuestro dolor: Jesús es nuestro Sumo Sacerdote compasivo, que comprende nuestras debilidades porque también sufrió (He 4:15). Por ello, podemos acercarnos a Él con confianza en busca de gracia y ayuda.
El amor y la confianza de Cristo en el Padre
"Pero tú eres santo, tú que habitas entre las alabanzas de Israel" (Sal 22:3).
En medio de su sufrimiento, Cristo no perdió de vista la santidad y el carácter de Dios. A diferencia de Job, quien cuestionó a Dios en su dolor, Jesús mantuvo una actitud de reverencia y confianza. Aunque estaba desamparado, nunca dejó de reconocer que Dios era santo y digno de alabanza.
La fidelidad de Dios en la historia
"En ti esperaron nuestros padres; esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron avergonzados" (Sal 22:4-5).
Cristo recuerda cómo Dios ha sido fiel a su pueblo en el pasado. Esta meditación en las obras de Dios es un recordatorio para nosotros de que, aunque podamos enfrentar momentos de aparente silencio divino, Él siempre cumple sus promesas.
- El testimonio de los antepasados: Las historias de la liberación de Israel, como el éxodo, muestran que Dios es digno de confianza. Aunque Jesús parecía no experimentar la misma liberación en ese momento, su fe permaneció firme.
¿Por qué Cristo fue desamparado?
La clave para entender el desamparo de Cristo en la cruz está en su misión redentora. Él fue abandonado para que nosotros pudiéramos ser reconciliados con Dios.
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La santidad de Dios: Como lo expresó el profeta Habacuc, "muy limpio eres de ojos para ver el mal" (Hab 1:13). En la cruz, Cristo cargó con el pecado de la humanidad, y el Padre, en su santidad, no podía tener comunión con Él en ese momento (2 Co 5:21).
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El castigo vicario: Cristo asumió la maldición de la ley en nuestro lugar (Gá 3:13), sufriendo la separación que nosotros merecíamos por nuestros pecados.
Este acto supremo de amor revela la profundidad del compromiso de Dios con nuestra salvación. En Cristo, vemos a un Salvador que estuvo dispuesto a sufrir el desamparo para que nosotros pudiéramos ser aceptados.
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